Venezuela
parece haber elegido a la violencia para afianzar una forma de vivir. Con la violencia como
estandarte, los demás valores de la sociedad venezolana han sido
desplazados por este disvalor social que ha representado un cambio
significativo en la convivencia. El
venezolano es menos tolerante que antes. En Venezuela ha desaparecido el
clima de sosiego y se ha valorado la violencia como signo de dominio.
La violencia es un disvalor social que ha causado una nueva conducta en el venezolano,
se ha convertido en una forma de relación y en un mecanismo válido para la
resolución de conflictos, ante la mirada ciega del Estado.
La
violencia se ha consolidado como conducta por obra y gracia de la impunidad. Ahora,
es un sinónimo de “Tengo permiso para
hacerlo”, llegando a convertirse en una de las principales causas del
incremento de la violencia criminal en Venezuela. La impunidad, da la sensación,
de haber sido la única política pública exitosa que se ha tenido en el país en materia
de delitos y criminalidad.
Cuando el Estado no sanciona, envia un
mensaje a la población de que ser violento está bien, que es una conducta válida,
aceptable socialmente. Cuando el Estado no tiene instituciones que funcionen
para sancionar el delito y que le evidencien al ciudadano que hay una cosa que
se llama justicia y que eso existe y que actúa, que sanciona, que corrige, que
educa y que se supone que prepara para reinsertar al infractor en la sociedad
de una manera efectiva. Cuando todo eso no existe, el individuo se
pregunta por qué no puedo matar?. La relacion resulta, entonces, muy sencilla. Por
qué si el de allá se roba el dinero del Estado y no le pasa nada, por qué yo no
te puedo robar a ti?
A pesar del incremento en el número de
muertes violentas, siempre es bueno pensar que no todo está perdido. Creer que
será posible reconstruir el tejido social en Venezuela. Pero, para
lograrlo se necesitará un cambio. El restablecimiento de la institucionalidad a
diversos niveles: de justicia, de educación, de salud, del trabajo, de vivienda,
de servicios públicos y de abastecimiento, para generar un ambiente diferente a
la violencia. Mientras la impunidad sea la única política pública efectiva,
eficaz y eficiente, en relación con la violencia, este disvalor social tiene un
caldo de cultivo que le garantiza una larga vida.
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