Lograr que la educación, además
de inclusiva, sea de calidad son dos de los grandes retos que deben afrontar
los países de Latinoamérica en el Siglo XXI. Los líderes regionales parecen
haber entendido, al fin, la importancia que tiene la educación en el desarrollo
de los pueblos y de las personas y en el crecimiento inclusivo y de calidad. Actualmente
la desigualdad en el acceso al conocimiento abre brechas sociales y económicas,
haciéndolas cada vez más profundas.
Latinoamérica,
está obligada a romper, tanto la transmisión intergeneracional de la pobreza
como la transmisión intergeneracional de la desigualdad. De una vez por todas se debe acabar con el
paradigma de que quien nace pobre morirá en la pobreza. La educación debe
asumir su papel de motor de la movilidad social, devolviéndoles a los pobres la
esperanza de alcanzar mejores niveles de vida a través de ella. Los gobiernos
de la región deben emprender acciones
concretas para romper la correlación entre la educación de los padres y la
educación de los hijos, haciéndola cada mez mas pequeña. Pero, no sólo romper esa correlación, sino también unir
a la inclusión el reto de la calidad educativa.
Aunque Latinoamérica no está lejos de cumplir con los Objetivos de
Desarrollo del Milenio fijados por la ONU, todavía tiene un camino que recorrer
y la tarea es inmensa. Al reto de la inclusion (acceso universal) y la
alfabetización debe unirse el reto de la calidad educativa y la educación
terciaria, universitaria y técnica.
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