LOS PAÍSES DEBEN INVERTIR EN EDUCACIÓN DE ALTA CALIDAD.
Se aproxima la fecha límite establecida
para el cumplimiento de uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que establece que todos los niños en
edad escolar deben acudir a la escuela para el mes de Diciembre del año 2015. Cumplir
con esa meta de acceso universal a la educación requiere que todos los niños,
incluso aquellos en las circunstancias más difíciles, como los refugiados y en
zonas de combate, puedan tener garantizada su inclusión a la educación, de
forma segura. En los primeros cinco años,
luego de fijarse los Objetivos
de Desarrollo del Milenio, se lograron avances
significativos, entre ellos el incremento del 1,5 por ciento anual en inscripciones en los niveles de educación
primaria y secundaria. A ese ritmo, la tasa de escolaridad habría alcanzado el
97 por ciento en todo el mundo para el año 2022, y África Subsahariana habría
llegado a ese nivel para el año 2026. Sin embargo, luego del año 2005, el avance
se estancó. En consecuencia, tan solo el 36 por ciento de los niños de los
países más pobres del mundo completaron la escolaridad secundaria. Para el año
2030, esa tasa habrá aumentado, pero tan sólo al 54 por ciento.
Durante mucho tiempo la educación se ha
considerado el garante número uno de la movilidad social. Con todo, millones de
personas continuan siendo excluidas o desertando del sistema educativo, y cerca de la mitad de los
niños en el mundo siguen sin tener acceso a la educación básica. En ese estado,
ningún país del mundo podra gozar de una prosperidad sostenida por lo que invertir
a gran escala en la educación de alta calidad les resulta impostegable. Esto se
aplica aún en los países en los cuales la educación está fundamentada unicamente en
el conocimiento. Si fuesen capaces de dar el cambio hacia una Educación Formativa,
en la que se valúen a sí mismos de acuerdo con sus activos humanos formados en
valores, no solo en conocimientos y competencias, el retorno de la inversión a
gran escala en la educación de alta calidad estaría garantizado por la
distribución de las oportunidades educativas y económicas que serían cada vez más iguales para
toda la población.
La inversión a gran escala en la
educación de alta calidad hará posible no sólo que todos los niños, niñas y adolescentes acudan a
las instituciones escolares, sino que éstas estén en condiciones óptimas de funcionamiento y dotación y cuenten con personal docente
bien calificado. Cumplidas estas tres exigencias mínimas, se avanzará decididamente
para erradicar el ciclo actual que parece interminable: Una educación
deficiente, crísis en la prestación del servicio de salud, desempleo y pobreza.
No obstante, la nueva división de clases
sociales no está basada entre los que tienen educación y los que no la tienen,
sino entre quienes tienen acceso a la educación y quienes lo ansían. Los
ciudadanos, que han sido ignorados durante mucho tiempo, seguirán presionando a
los gobiernos y las organizaciones internacionales hasta que el derecho fundamental
de acceso universal a la educación sea respetado.
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